sábado, julio 26, 2008

El revés de la trama

Dificultosamente,
como un animal anfibio que trata de adaptarse a todos los desvaríos del planeta,
absorbo con mi pan la insoluble penuria enmascarada del alimento.
Apenas si mi piel es apta para vestir la esfinge desmesurada que me habita.
Mi cabeza es estrecha,
pero guarda recintos capades de albergar varias ciudades en su frágil desván.
Mis manos no consiguen apresar las visiones que pasan por mis ojos
ni mis pies tocan fondo en la hirviente cantera de mi corazón.
¡Y qué feroz fisura entre mi lengua y cualquier laberinto del lenguaje!
Casi todo mi ser es invisible;
plegado en una brizna,
sumergido hasta el limo en la inconmensurable pequeñez.
La mole de San pedro brillando en el agujero de la cerradura;
Bizancio en una lágrima.

Hija del desconcierto y la penumbra,
avanzo a duras penas con mi carta de construcciones y naufragios:
cariátide insensata transportando su Olimpo en la nube interior,
perdiendo a cada tumbo su minúsculo yo como una piedrecita del gran friso,
un ínfimo fragmento de eternidad que rueda hasta los límites del mundo
y se recoge a tientas, sin acertar su sitio y su destino.

Igual yo te celebro en tu desproporción y en tu desorden,
increíble existencia,
como si te ajustaras exactamente a la medida de mi cuerpo y al peso de mi voz.
Igual tú me repudias en mi provocación,
absurda vida en sombras,
como a una criatura intrusa en este reino,
cuando interrogo en vano tu rostro impenetrable, hecho de hierro y de muralla.

Te vuelves contra mí,
te eriges en guardiana de un sagrario que alejas de mis pies,
me arrebatas en un negro huracán donde se quiebran las tablas de la ley,
y me dejas en vilo, suspendida en el borde de la orfandad y la catástrofe,
mientras se precipitan al vacío, desplegando en la nada sus telones,
escenas y territorios desprendidos del revés de mi trama.

Todo es posible entonces,
todo, menos yo.

Num. 16 de Mutaciones de la realidad (1979)

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