jueves, enero 31, 2008

Remo contra la noche

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a V.E.L.
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Apaga ya la luz de ese cuchillo, madrastra de las sombras.
No necesito luces para mirar en el abismo de mi sangre,
en el naufragio de mi raza.
Apágala, te digo;
apágala contra tu propia cara con este soplo frío con que vuela mi madre.
Y tú, criatura ciega, no dejes escapar la soga que nos lleva.
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Yo remonto la noche junto a ti.
Voy remando contigo desde tu nacimiento
con un fardo de espinas y esta campana inútil en las manos.
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Están sordos allá.
Ninguna pluma de ángel,
ningún fulgor del cielo hemos logrado con tantas migraciones arrancadas al alma.
Nada más que este viaje en la tormenta
a favor de unas horas inmóviles en ti, usurera del alba;
nada más que este insomnio en la corriente,
por un puñado de ascuas,
por un par de arrasados corazones,
por un jirón de piel entre tus dientes fríos.
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Pequeño, tú vuelves a nacer.
Debes seguir creciendo mientras corre hacia atrás la borra de estos años,
y yo escarbo la lumbre en el tapiz
donde algún paso tuyo fue marcado por un carbón aciago,
y arranco las raíces que te cubren los pies.
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Hay tanta sombra aquí por tan escasos días,
tantas caras borradas por los harapos de la dicha
para verte mejor,
tantos trotes de lluvias y alimañas en la rampa del sueño
para oírte mejor,
tantos carros de ruinas que ruedan con el trueno
para moler mejor tus huesos y los míos,
para precipitar la bolsa de guijarros en el despeñadero de la bruma
y ponernos a hervir,
lo mismo que en los cuentos de la vieja hechicera.
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Pequeño, no mires hacia atrás: son fantasmas del cielo.
No cortes esa flor: es el rescoldo vivo del infierno.
No toques esas aguas: son tan sólo la sed que se condensa en lágrimas y en duelo.
No pises esa piedra que te hiere con la menuda sal de todos estos años.
No pruebes ese pan porque tiene el sabor de la memoria y es áspero y amargo.
No gires con la ronda en el portal de las apariciones,
no huyas con la luz, no digas que no estás.
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Ella trae una aguja y un puñal,
tejedora de escarchas.
Te anuda para bordar la duración o te arrebata al filo de un relámpago.
Se esconde en una nuez,
se disfraza de lámpara que cae en el desván o de puerta que se abre en el estanque.
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Corroe cada edad,
convierte los espejos en un nido de agujeros,
con los dientes veloces para la mordedura como un escalofrío,
como el anuncio de tu porvenir en este día que detiene el pasado.
Señora, el que buscas no está.
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Salió hace mucho tiempo de cara a la avaricia de la luz,
y esa espalda obstinada de pródigo sin padres para el regreso y el perdón,
y esos pies indefensos con que echaba a rodar las últimas monedas.
¿A quién llamas, ladrona de miserias?
El ronquido que escuchas es tan sólo el del trueno perdido en el jardín
y esa respiración es el jadeo de algún pobre animal que escarba la salida.
No hay ninguna migaja para ti, roedora de arenas.
Este frío no es tuyo.
Es un frío sin nadie que se dejó olvidado no sé quién.
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Criatura, esta es sólo una historia de brujas y de lobos,
estampas arrancadas al insomnio de remotas abuelas.
Y ahora, ¿adónde vas con esta soga inmóvil que nos lleva?
¿Adónde voy en esta barca sola contra el revés del cielo?
¿Quién me arroja desde mi corazón como una piedra ciega contra oleajes de piedra
y abre unas roncas alas que restallan igual que una bandera?
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Silencio. Está pasando la nieve de otro cuento entre tus dedos.
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Num. 4 de Mutaciones de la realidad (1979)

1 comentario:

Ana dijo...

Ayer descubrí este otro poema como muy especial. Será tal vez por las alusiones a los cuentos...no sé. También me gusta decirlo, escucharlo.
Y como una vez, buscando departamento en Buenos Aires, visité la casa de una mujer que me dijo ser una escritora, y el nombre que me dio en ese momento sólo "me sonaba", no la conocía bien, ahora se me ocurre que pudo haber sido ella. Tenía esa mujer los ojos así de oscuros. Escribí algo después, aunque horrible, para fijar el instante, la anécdota. Mencionaba sus ojos húmedo y oscuros, de pitonisa -me anunció, aunque se equivocó, que tendría otro hijo en Octubre...-; parecía gustarle ese rol de adivina, y pudo a lo mejor leer mi deseo. Me obsesioné en averiguar dónde había vivido, pero por supuesto no figura eso en sus biografías. Encontré, sin embargo, algo que disfruté mucho. Imagino que ya habrás "fatigado" (diría Borges) la biblioteca de Babel de la web leyendo sobre Olga, pero por si no lo leíste, acá se puede encontrar un maravilloso homenaje en fecha de su muerte, en que han unido dos reportajes (ella odiaba los reportajes, parece, así que no debe haber muchos) de Marta Dillon y María Moreno, excelentes periodistas, y las palabras del queridísimo Juan Gelman en la ocasión en que ella recibió el Rulfo en Guadalajara.

http://www.isabelmonzon.com.ar/orozco.htm

Averigüé entonces que compartía con ella algún que otro de "los placeres de siempre" que menciona, y el gusto (en ella fue una necesidad) de leer en las mesas de los bares...
La crítica habitual, dice por ahí, la acusaba de demasiado retórica. Ja! Nos acordaremos mucho de l@s poetas, y muy poco de los críticos, salvo algunas honrosas excepciones.
Mira lo del surrealismo: dice que en dos ocasiones, soñando, escribió lentamente un poema, y al despertar los transcribió... Cita a Bachelard para coincidir en que la poesía abreva en lo más alto, y en lo abismal. Y esto se nota en la suya.
Una frase de ella, entre muchas: "somos tanto en los otros", y una de Gelman: "Olga desarma los jamases del mundo"

Un beso

PD. Ah, es "migraciones", falta la m.