domingo, febrero 10, 2008

Brillos, soplos, rumores

Es exigua esta luz.
Apenas si dibuja escenas inconstantes hechizadas por el fulgor de la corriente
o pájaros prisioneros en un témpano inmóvil.
Todo lo que se va entre dos golpes de ola, como cambiar los ojos;
todo lo que se queda como estatua de sal en su visión insomne.
Esta luz es de paso y es mortal.
Nada que me descifre qué puede ser entonces
esta intención de brillo que llega sin un cuerpo donde poder estar,
este soplo a través de una brecha más honda que un anillo vacío
o este rumor de frondas que traspasan la noche lado a lado.
Tal vez brillo de miradas que vuelven
como vivas monedas rescatadas desde el fondo sin fondo de un tonel;
tal vez soplo de bocas que me nombran con mi nombre de arena;
tal vez rumor de antiguos ropajes desgarrados por los vigías de otro mundo.
Alguien que se rehace con la dócil sustancia de las apariciones.
Es voraz esta luz.
Absorbe sin piedad al que retorna con su rostro extranjero.
Sólo me deja restos, vestigios insolubles de esos vagos tejidos que fragua la nostalgia.
Aunque quizás se trate de mi propia nostalgia y de otra luz.
¿No soy acaso un brillo, un soplo y un rumor también indescifrables,
allá, donde acudo con mi carne intangible y mis disueltos pies
a una densa reunión de desaparecidos?
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Num. 5 de Mutaciones de la realidad (1979)

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