domingo, marzo 18, 2007

Tierras en erosión

Se diría que reino sobres estos territorios,
se diría que a veces los recorro desde la falsa costa hasta la zona del gran fuego central
como a tierra de nadie,
como a región baldía sometida a mi arbitrio por la ley del saqueo y el sol de la costumbre.
Se diría que son las heredades para mi epifanía.
Se diría que oponen sus murallas en marcha contratos invasores,
que abren sus acueductos para multiplicar mi nombre y mi lugar,
que organizan las grandes plantaciones como colonias del Edén perdido,
que erigen uno a uno estos vivos menhires para oficiar mi salvación.
¡Sagrada ceremonia la que urdimos en tierra mis tejidos y yo!
Y sin embargo acechan como tembladerales palpitantes
esta noche de pájaro en clausura donde caigo sin fin,
remolino hacia adentro,
girando con el ciclo cerrado que me habita y no logro alcanzar.
Y de pronto, sin más, sin ir más lejos,
soy como una fisura en esta incomprensible geología,
como burbuja a ciegas por estos laberintos que no sé adónde dan.
Me arrastran a mansalva de una punta a la otra
estas negras gargantas que me devoran sin cesar.
Me sofocan con fibras de humedad,
me trituran entre fauces de hueso como a una mariposa,
me destilan en sordas tuberías y en ávidas esponjas que respiran como los lentos monstruos de la profundidad,
me empapan en sentinas,
me ligan con tendones y con nervios hasta la desunión,
me ponen a secar en la negrura de este sol interior,
me abandonan como resaca muerta a la furia de todas las corrientes
hasta la gran caída y el vértigo final,
siempre inminente, siempre a punto de trizarme de golpe contra el acantilado de la insufrible luz.
¡Qué lugar para crecer y para amar!
¡Tantos derrumbes, tantas fundaciones, tantas metamorfosis insensatas!
¡Tantas embalsamadas batallas que se animan en un foso del alma!
¿Tanta carnicería de leyenda levantada en mi honor?


Num. 14 de Museo salvaje (1974)

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