martes, noviembre 06, 2007

Cantos a Berenice - XIV

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Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina
como un extraño objeto tormentoso entre indecibles faunas,
o a desaparecer en las complicidades del follaje
con un manto de dríada dormida bajo los velos de la tarde,
o eras sustancia yerta debajo de un papel que se levanta y anda.
Henchías los armarios con organismos palpitantes
o poblabas los vestidos vacíos con criaturas decapitadas y fantasmas.
Fuiste pájaro y grillo, musgo ciego y topacios errantes.
Ahora sé que tratabas de despistar a tu perseguidora con efímeras máscaras.
No era mentira el túnel con orejas de liebre
ni aquella cacería de invisibles mariposas nocturnas.
Te alcanzó tu enemiga poco a poco
y te envolvió en sus telas como con un disfraz de lluviosos andrajos.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar.
Sin embargo, aún ahora, cierta respiración desliza un vidrio frío por mi espalda.
Y entonces ese insecto radiante que tiembla entre las flores,
la fuga inexplicable de las pequeñas cosas,
un hocico de sombra pegado noche a noche a la ventana, no sé, podría ser,
¿quién me asegura acaso que no juegas a estar, a que te atrapen?
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Num. 14 de Cantos a Berenice (1977)

3 comentarios:

Ana dijo...

¿Sabés, Jorge? Este poema a Berenice, que me gusta mucho, me recuerda, por el tema de jugar a esconderse, a desaparecer, al principio, y luego la analogía entre la muerte y el "jugar a no estar" (y la consiguiente ilusión o fantasía de que quizás Berenice esté aún jugando a estar, a que la encuentre) al poema de César Vallejo sobre la muerte de su hermano Miguel. Quizás lo recuerdes, pero lo tengo a mano para copiar:

A mi hermano Miguel

In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa.
Donde nos haces una falta sin fondo
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: "Pero, hijos..."

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.


Claro que los estilos son muy diferentes. Ese poema de Vallejo es tan despojado. Siempre me conmovió profundamente. Después de la muerte de mi hermano mayor, más aún. Y lo mismo me pasó con la elegía de Miguel Hernández a Ramón Sijé, que, también, se le había ido "como el rayo".

Un beso

Anónimo dijo...

En este caso, es todo un poemario a su gata que ya no esta, llamada Berenice. Hermoso...

Arenita Azul dijo...

En este caso, el escrito pertenece a un poemario dedicado a su gata Berenice. Hermoso...