lunes, junio 12, 2006

Repetición del sueño

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Como una criatura alucinada
a quién ya sólo guiara la incesante rotación de la luna entre los médanos,
o como un haz de mariposas amarillas sumergidas por el farol de las tormentas
en el vértigo del miedo y de la oscuridad,
o quizás más aun como la ahogada que desciende hasta el fondo del estanque
girando con un lento remolino del adiós,
así voy convocada, sin remedio,
hasta alcanzar mi sombra de extranjera en la niebla,
hasta pasar los muros que llevan paso a paso ala condena,
hasta entrar en la noche en que el malhechor asume las apariencias del sueño
para mejor herir sin ningún desafío.
Ese es mi más allá tras la única puerta que se abre cada día hacia la misma jaula
en donde la costumbre grazna sobre sus alimentos de naufragio.
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Él me espera vestido de terciopelo negro,
envuelto por la dulce pesadumbre del duelo que no llega jamás,
y su rostro vacío, fundiéndose en la nieve dorada de otro tiempo,
exhala una luz muerta,
un fulgor como de viejas lágrimas guardadas para la acusación.
.

Yo me acerco a través de esos relampagueantes espejismos de ayer que me anuncian una vez más

[mi propio sacrificio,

pero debo llegar
igual que un personaje prometido por las mareas del pasado para un día cualquiera,
a la hora azul pálido de las inmolaciones,
hasta un lugar que ahora es del sueño que se pierde conmigo y nadie sabe.
Porque ahora él separa con este solo golpe de cuchillo la envoltura del mundo
y abre de par en par los grandes cielos de las transformaciones.

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Sin embargo, esta herida del corazón por donde salgo,
estas gradas sin fin por donde ruedo con la velocidad de la distancia,
estas aguas que giran y se aquietan de pronto para cristalizar en una sombra igual a mi destino,
me conducen de nuevo a la cárcel de espejos que arroja cada noche a la noche en que muero.
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Aunque nada me diga al despertar que yo sea yo misma.



Num. 4 de Los juegos peligrosos (1962)

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