sábado, junio 03, 2006

"Los juegos peligrosos" (1962)

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En la década de los sesenta la carrera literaria de Olga Orozco se precipita: publica su tercer libro de poemas, Los juegos peligrosos (1962), gana el "Primer Premio Municipal de Poesia" (1962) y empieza a viajar por todo el mundo. Se había casado por tercera y última vez en 1965 con el arquitecto Valerio Peluffo, con el que encontrará eso que se suele llamar la estabilidad sentimental (su matrimonio duraría hasta la muerte de éste en 1990, en total 25 años); con él viaja a Brasil y México, así como a varios países europeos, gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes y del gobierno italiano. Durante nueve meses, Olga cumple uno de sus sueños más codiciados, visitar España, Grecia, Francia, Suiza e Italia. Con Valerio, al que dedicará el poema “En la brisa, un momento” en 1990, compartía la pasíon por la mistica, la magia y todo lo extra-sensorial.
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Componen el tercer libro 18 poemas, con los títulos siguientes: La cartomancia (1), Espejos a distancia (2), No hay puertas (3), Repetición del sueño (4), Para ser otra (5), Días para no estar (6), El adiós (7), Para hacer un talismán (8), Si me puedes mirar (9), La caída (10), Llega en cada tormenta (11), Para destruir a la enemiga (12), Entre perro y lobo (13), Sol en Piscis (14), Habitación cerrada (15), En donde la memoria es una torre en llamas (16), Feria del hombre (17) y Desdoblamiento en máscara de todos (18).
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Los juegos peligrosos es el libro de lo esotérico y lo místico, la obra donde Olga Orozco mejor va a plasmar algunas de sus más queridas afinidades: la cartomancia, la magia y la astrología, inquietudes que la habían acompañado desde niña:

“Pensaba de chica que todos teníamos un sentido más que no residía en ningún órgano y que nos hacía prever cosas. Cuando me di cuenta de que no era así, me asusté un poco. Lo sobrellevé. Yo decía, por ejemplo: "Hoy por la tarde va a venir la tía Margarita en el auto y va a traer una muñeca para mi". Mi madre me respondía: "Tu tía no está en Telén y no puede venir". Por la tarde, mi tía llegaba en el coche con el regalo. Aprendí a tirar el tarot con una señora italiana de Bahía Blanca, cuando tenía trece años. Era una mujer que le hacia los sombreros a mamá. Una vez hizo que yo levitara y una hermana que me había acompañado le contó a mis padres. Se acabaron los sombreros y el tarot.”
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En los poemas de este libro se ensamblan talismanes, se desarman hechizos, se invocan ensalmos... Como dice Manuel Ruano, “el libro es un verdadero pronunciamiento entre el mundo real y el mundo invisible”, con engarces a lo surrealista -estilo Breton-, un pronunciamiento sin duda arriesgado, como los tiempos que a todos nos estaba tocando vivir. La factura del poema se torna ahora quebradiza porque, como todo el mundo sabe desde Baudelaire y Nerval, las incursiones en este género de temas suele ser aventuradas, peligrosas como el filo de una espada. Hay que decir que esa exploración de las zonas más intangibles de la realidad (presente en toda la obra orozquiana desde los primeros momentos), no había llegado sin embargo a los límites que alcanzaría en este libro de 1962 : Olga se atreve con los abismos del alma, acosa a la oscuridad espiritual, intenta la incursión en el delirio, la alucinación y el misterio.
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“Siempre creí que nuestra mente no está hecha para traspasar la barrera del misterio, salvo por un salto. Ese salto he intentado darlo a través de la fe. Durante mucho tiempo ejercité el ocultismo a la par que escribía. Pero lo abandoné porque me pareció que servía muy poco. Era una especie de demostración ilusoria de omnipotencia. Uno convoca potestades para cambiar el mundo, pero eso no conduce a ningún perfeccionamiento interior; en cambio, la religión el misticismo exigen que el alma tenga una ascesis y se entregue. Poco a poco me fui inclinando por ese camino."
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Edelweiss Sierra, comentando esa búsqueda antológica y metafísica, recalca como Olga Orozco no resiste la tentación “de aventurarse en pos de lenguajes de los desconocido” : los poemas de Los juegos peligrosos llaman la atención del lector gracias al recurso constante a la astrología y la alquimia, a los signos del Tarot y el pensamiento gnóstico, al baile de juegos -a cada cual más varipinto- con espejos, conjuros y rituales, a las máscaras y los muertos invocados, a las transmigraciones y exorcismos, etc.
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“En estos poemas de vértigo y fascinación nuestra poeta somete a prueba la infinita capacidad de la lengua al engendrar la malla inconsútil de un modo poético sonámbulo y lúcido a la vez”.
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En los dos primeros libros (sobre todo en Desde lejos), Olga ha utilizado preferentemente elementos naturales para construir su visión paradisíaca de la realidad, casi siempre asociados a su jardín (las nubes, el cielo, los árboles, la lluvia, las flores, etc.). Como muy certeramente ha indicado Julieta Gómez Paz, esos mismos elementos se “simbolizarán” en Los juegos peligrosos, pasando a adquirir la forma de las cartas del Tarot, una práctica similar a la que llevó a cabo Nerval en sus sonetos. El desplazamiento lírico es tremendamente eficaz: nuestra autora “se vale de unos y otros emblemas de la misma manera, porque mundo vegetal y cartomancia son equivalentes”.
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Como dijo en cierta ocasión a Marco A. Campos para el diario La Jornada Semanal, Olga cree en la poesía como una apuesta a todo o nada..., igual que la religión (“el hecho de pensar en Dios, si lo veré o no, es ya estársela jugando”). Desde siempre la cartomancia, los dados y los asuntos relacionados con el ocultismo fueron muy importantes para ella, una manera de “transgredir la realidad, de sentir que a través de ese tipo de juegos pasaba por encima del aquí y del ahora, de las leyes de causa y de efecto, que es un estrechamiento y una limitación”.
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Por supuesto, ello no quiere decir que abandone los temas familiares, ni las metafóras ya habituales en su poesía (puertas, espejos, estrellas, ruedas, etc). Digamos que, en cierto modo, los somete a un tratamiento específico más directo, más visual, y que no por casualidad coincide en el tiempo con la composición de la mayoría de los relatos de La oscuridad es otro sol (que se publicará en libro cinco años después, en 1967), del que hablaremos en otro lugar. De este libro de cuentos, centrado en la infancia de Olga, se pueden extraer muchas de las claves que nos permiten entender las referencias onírico-mágicas de los poemas de Los juegos peligrosos: las tijeras para unir, la casa que se desplaza, los difraces y juegos con la personalidad (una de las pasiones de Olga desde niña), las piedras-talismanes, los visitantes nocturnos del sueño, los ídolos mágicos (como la Reina Genoveva), los juegos de espías (Olga era “DGT 4”, esto es, “Dios Te Guarde, numero 4.., la Aparecida”), la simbología esotérica asociada a las actitudes, miradas y gestos de los otros miembros de la familia y los amigos de Toay (los padres, la criada italiana Nanni, las dos hermanas –Laura y María de las Nieves-, la abuela, su amado Miguel, Encarnación –la curandera-, la enloquecida Lora, etc.).
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En estos cuentos, lógicamente, la propia circunstancia narrativa ofrece más posibilidades a la expresión y el desarrollo de los temas que la obligada concisión y la economía de medios del poema. Pero el resultado es el mismo, pues, como ha dicho Adolfo Castañón, en Olga Orozco “prosas y poemas abren un espacio de alusiones y complicidades recíprocas. Arman unas “tijeras para unir” [-por ejemplo-] como si la tapicería tramada por los poemas pudiera enmarcarse y enfocarse al ser tendida sobre los bastidores de la narración. Se da entre poesía y relato un léxico de afinidades, para decirlo con el título de la uruguaya Ida Vitale, entre cuyos poemas y prosas se constata un péndulo comparable”.
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Como confesaba a Manuel Ruano, la propia Olga tenía “un comportamiento animista en su cotidianidad”, un comportamiento al que difícilmente podía sustraerse porque era el magma que impregnaba casi toda su obra:
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“La magia, de un modo u de otro, se ha infiltrado en mi casa en todos los rincones. Está en los rituales con que dispongo los zapatos para que mis pasos no se traben, en la intención con que preparo comidas para beneficiar a mis amigos, en las negras imágenes que dejo correr con el agua hacia el desaguiadero y hasta en la ráfaga de felicidad que envío a la distancia soplando colores fantásticos.”
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La métrica de los poemas de este tercer libro es idéntica a la de los dos anteriores: el verso sigue siendo libre y de extensión larga y anárquica (el poema más largo tiene 112 versos y el más corto, 13), la estética recuerda a esa especie de salmodia imposible que ya conocemos (y que sabemos que no se refiere exclusivamente a la literatura bíblica) y el soporte lírico preferentemente musical y, por así decirlo, mono-dialógico (partiendo de sus recuerdos infantiles, Olga siempre habla consigo mismo o con sus semejantes de entonces).
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Los juegos peligrosos fue uno de los libros favoritos de su autora y ésta no se recataba a la hora de confesarlo a todo el mundo, como para indicar a quien quisiera entenderla, que en él estan recogidas todas y cada una de las claves que, a la postre, van a resultar imprescindibles para la comprensión de su universo poético. A finales de la década de los sesenta, justamente tras la publicación en libro de los relatos de La oscuridad es otro sol (que años antes habían aparecido en revistas y diarios), nuestra autora se convirtió en toda una celebridad literaria y mediática en parte gracias a la originalidad de la temática que se traslucía en su obra, “como sacerdotisa de un lejano Eleusis pagano”. Sus intervenciones en la radio (no olvidemos que también se ocupada de las secciones de cartomancia, tarot y horóscopo) y la popularidad adquirida en los medios teatrales no hicieron sino acrecentar la fama de “poeta que echa las cartas de Tarot y comprende todo lo pasado y lo futuro”. Dejamos para más adelante el análisis pormenorizado de todas esas referencias temáticas que habitan sus poemas.
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Cuenta Olga a Manuel Ruano en una entrevista que durante un viaje a Africa su marido compró unas máscaras africanas "trascendidas" (saturadas de espíritus), cuyas imágenes impregnadas le provocaron pesadillas que no la dejaban dormir. Afortunadamente conocía el exorcismo para liberarlas y a partir de ese día colgaban, inofensivas, de las paredes de su casa. Con respecto a la costumbre de echar las cartas, confiesa:
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"Dejé de tirar el tarot después de un sueño admonitorio: me encontraba en un anfiteatro donde se me juzgaba; de las graderías se levantaba gente de distintas épocas: un gladiador romano, una dama griega, un señor renacentista y todos me reprochaban haberles prometido en otras vidas cosas que no se hablan cumplido. Me desperté cuando el juez iba a bajar la mano para condenarme."

1 comentario:

Ana dijo...

Mmmmm, Jorge, qué lectora poco atenta he sido... Y yo tomando tantos recaudos por tus comentarios. Bueno, en cierto sentido, es mejor ser cuidadosa, o al menos, proponérselo.
Entonces aprovecho para comentarte que una viene leyendo los comentarios, esta vez en un castellano neutro, todo muy serio, todo muy bien, hasta que llega la parte donde dices: "con el que encontrará eso que se suele llamar la ´estabilidad sentimental´". No es que deje de ser serio, claro, pero se te cuela un poquitín de mordacidad jorgewinesca. Me hizo gracia leer eso, y lo del resaltado en itálico.
Nunca he querido tener nada que ver con el Ocultismo... Exactamente porque lo considero algo como el título de este libro...Juegos peligrosos... Sin embargo, siempre algo ocurre; alguna vez un amigo me hizo una carta astral (se lo permití porque era un amigo), otra vez una tía me tiró el tarot (se lo permití porque era una tía...) y mi madre heredó de mi abuela malagueña ciertas "habilidades de curandera", que no sabe si trajo de España o de su paso por Brasil,... así que no me es totalmente ajeno el tema, a pesar de mis prevenciones.
Ahora deberé meterme un poco con el gnosticismo...
Hace poco me enteré de la existencia de una poeta, Celia Gourinski, que, entre otras cosas, en su C.V. se identificaba como "alquimista". Supe de ella cuando murió, y una de sus amigas hizo circular por la red una pequeña biografía y algunos de sus poemas, que llegó a mi correo. Creo que esta relación con el ocultismo es lo que le da un tono levemente inquietante a algunos poemas eróticos de Gourinski.
Bien, para poder cumplir alguna promesa mañana, deberé renunciar a la nocturnidad, por hoy.

Un beso
y deséame suerte :)